Tarta rústica de calabaza asada, cebolla caramelizada y queso: una receta otoñal reconfortante y sin complicaciones

Una tarta rústica casera con calabaza asada, cebolla caramelizada y queso derretido, perfecta para disfrutar en una cena acogedora. Esta receta sencil

Con la llegada del otoño, nuestras cocinas se llenan de aromas cálidos, texturas cremosas y colores tierra. Es la época perfecta para encender el horno y dejar que los sabores de temporada hablen por sí solos. Hoy te propongo una receta que es todo eso y más: una tarta rústica con calabaza, cebolla caramelizada y queso. Sencilla, acogedora y con mucho sabor.

Esta tarta es ideal para quienes disfrutan de platos caseros sin pretensiones, pero llenos de matices. La calabaza asada aporta una dulzura suave y una textura tierna; la cebolla, lentamente caramelizada, ofrece un toque meloso irresistible; y el queso —puede ser tipo comté, emmental o incluso cabra— une todo con su cremosidad característica. Y lo mejor: no necesitas molde. Solo una buena masa y ganas de comer bien.

La magia de las tartas rústicas está precisamente en su aspecto imperfecto y casero. Aquí no hay reglas estrictas ni borde perfecto. Solo ingredientes que se pliegan, se abrazan, y que al hornearse juntos crean una experiencia deliciosa. Ideal para una cena informal, una comida vegetariana o un picnic de domingo.

En esta receta te explico paso a paso cómo prepararla, con una masa fácil, ingredientes económicos y muchas opciones para personalizarla según tus gustos. ¿Tienes calabaza en casa y no sabes qué hacer con ella? Esta tarta será tu nueva favorita del otoño.

El éxito de una buena tarta rústica empieza con ingredientes simples y bien tratados. En este caso, los protagonistas son dos clásicos del otoño: la calabaza butternut y la cebolla caramelizada. Esta combinación dulce y suave crea un contraste perfecto con la base crujiente y el queso derretido que añadiremos más adelante. Vamos primero con la lista de ingredientes y luego pasamos a la preparación paso a paso.

📝 Ingredientes (para 4–6 porciones)

Ingrediente Cantidad
Masa quebrada (casera o comprada) 1 unidad (250 g aprox.)
Calabaza butternut 400 g pelada y sin semillas
Cebollas amarillas 2 grandes
Queso rallado (tipo comté, emmental o cabra) 100 g
Nata líquida (crema de leche) 100 ml
Huevo 1 unidad
Aceite de oliva virgen extra 2 cucharadas
Sal, pimienta, nuez moscada Al gusto

🧅 Cómo caramelizar las cebollas

Pela y corta las cebollas en juliana fina. En una sartén grande, calienta una cucharada de aceite de oliva a fuego medio-bajo. Añade las cebollas y una pizca de sal, y cocínalas lentamente durante unos 20 minutos, removiendo con frecuencia para evitar que se quemen. Si lo deseas, puedes añadir una cucharadita de azúcar o un chorrito de vinagre balsámico al final para intensificar el dulzor. El resultado debe ser una cebolla tierna, dorada y con un sabor suave y meloso.

🎃 Preparar la calabaza asada

Mientras se carameliza la cebolla, pela la calabaza, quítale las semillas y córtala en cubos pequeños de aproximadamente 1 cm. Calienta otra cucharada de aceite de oliva en una sartén o usa el horno si prefieres una cocción más uniforme y sin vigilar. Si usas sartén, saltea los trozos de calabaza con sal, pimienta y una pizca de nuez moscada durante unos 15 minutos o hasta que estén tiernos. Si usas horno, colócalos sobre papel vegetal, rocía con aceite y hornea a 190 °C durante 25 minutos.

Cuando tengas las cebollas caramelizadas y la calabaza cocida, déjalas enfriar un poco. Estos dos ingredientes ya huelen a otoño, y juntos forman una base perfecta para una tarta que sorprenderá por su sabor profundo y reconfortante.

Con las verduras ya listas y templadas, ha llegado el momento de unir los sabores con una mezcla suave y cremosa que será el alma del relleno. Esta combinación de nata, huevo y queso rallado es sencilla, pero aporta cremosidad y cohesión sin opacar los sabores principales de la calabaza y la cebolla.

🥣 Preparación del relleno cremoso

En un bol grande, bate el huevo con la nata líquida hasta obtener una mezcla homogénea. Añade el queso rallado, una pizca de sal, pimienta al gusto y, si te gusta, un toque de nuez moscada. Remueve bien hasta que todos los ingredientes estén integrados. Recuerda ajustar la sal teniendo en cuenta el tipo de queso que uses: si es fuerte como el comté o el cabra curado, no necesitarás mucho más.

🧺 Montaje rústico sin molde

Extiende la masa quebrada sobre una hoja de papel vegetal. No necesitas un molde: la idea es que quede informal y con bordes doblados de manera natural. Coloca las cebollas caramelizadas primero, repartidas por el centro de la masa, dejando un margen de unos 4 cm en los bordes. Luego, distribuye la calabaza asada por encima de manera uniforme.

A continuación, vierte la mezcla cremosa sobre las verduras con cuidado, dejando que se infiltre entre los ingredientes. Puedes ayudarte con una cuchara o una espátula para distribuir bien el líquido.

Dobla los bordes de la masa hacia el centro, formando una especie de "plegado rústico" que contenga el relleno. No hace falta que sea perfecto; al contrario, el encanto está en ese aspecto casero y artesanal. Si lo deseas, pinta los bordes con un poco de leche o huevo batido para lograr un acabado dorado y brillante.

Horneado final

Precalienta el horno a 190 °C con calor arriba y abajo. Coloca la tarta (sobre la bandeja con papel vegetal) en el centro del horno y hornea durante 35 a 40 minutos. La masa debe quedar dorada y crujiente, y el interior debe estar cuajado y ligeramente inflado. Durante la cocción, el aroma de cebolla dulce, calabaza asada y queso derretido llenará tu cocina. ¡Una auténtica invitación a sentarse a la mesa!

Una vez fuera del horno, deja que repose unos 10 minutos antes de cortarla. Esto ayuda a que el relleno se asiente y puedas servir porciones limpias y bien formadas. Acompáñala con una ensalada verde con nueces y vinagreta de mostaza y miel, y tendrás una cena vegetariana completa, nutritiva y deliciosa.

Una de las grandes ventajas de esta tarta rústica de calabaza es que puedes adaptarla a tu gusto o a lo que tengas en casa. Es una receta abierta, flexible y muy agradecida. Si un día no tienes cebolla, puedes usar puerro o incluso espinacas salteadas. Si prefieres un queso más fuerte, prueba con roquefort o queso de cabra; si buscas algo más suave, mozzarella o queso crema también funcionan.

¿Quieres un toque crujiente? Añade nueces, almendras laminadas o semillas de calabaza justo antes de hornear. ¿Te apetece una versión más especiada? Agrega un poco de tomillo, romero fresco o incluso comino molido. Esta tarta acepta reinterpretaciones sin perder su esencia: sabor, sencillez y mucha personalidad.

🧊 ¿Cómo conservarla?

Una vez cocinada y enfriada, puedes guardar esta tarta en la nevera durante 3 a 4 días. Guárdala en un recipiente cerrado o bien cubierta con film transparente. Para recalentarlas, lo mejor es usar el horno a 160 °C durante unos minutos para que recupere su textura crujiente.

También se puede congelar perfectamente. Corta las porciones, envuélvelas en papel de horno o film y luego colócalas en una bolsa hermética o recipiente. Aguantará bien hasta 2 meses en el congelador. Ideal para esos días sin tiempo en los que quieres algo rico y casero.

🥰 Una receta para repetir

Esta tarta rústica es mucho más que una receta de temporada: es una forma de reconectar con la cocina sencilla, de aprovechar los ingredientes del otoño y de regalarte un momento de disfrute en cada bocado. Su sabor equilibrado, su textura cremosa y su estética casera la convierten en una de esas preparaciones que se repiten una y otra vez.

Ya sea como plato principal para una cena ligera, como opción vegetariana para compartir o simplemente para darte un capricho entre semana, esta tarta te lo pone fácil. Así que enciende el horno, deja que la casa se llene de aroma… y ¡a disfrutar!

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